En las montañas del Norte del Cauca se siembra marihuana. Cientos de hectáreas, a pié de carretera. Para nadie es un secreto. Y cada año hay más. Toribío, Tacueyo, Corinto, Miranda. Entre los cultivos se vive la guerra colombiana que rememora su origen, la necesidad de una reforma agraria, evidenciándose las contradicciones existentes por la supervivencia en el campo.
Nada se cambia de un día para otro. Ni por decreto. Durante el primer año de gobierno de Iván Duque, se hace notorio la tentación de regular el consumo de marihuana, en su campaña presidencial la promesa fue prohibir la dosis mínima -20 gramos- . Y por decreto otorgó a las Fuerzas Públicas la “legitimidad” de multar y decomisar cualquier cantidad de droga que porte o consuma una persona en el espacio público. En junio de este año la Corte Constitucional falló para tumbar dicha prohibición.
Nada se cambia de un día para otro. Y menos cuando no se desea cambiar nada. En los debates que se escuchan estos meses aparecen juntas, y no por casualidad, palabras como: parques, niños, colegios y narcotráfico. Calando en el imaginario popular, “la juventud se corrompió”. Pero ninguna de las políticas por decreto van destinadas a acabar con el narcotráfico, ni siquiera a iniciar un profundo debate de porqué Colombia sigue siendo uno de los países que más droga produce y el país en el que el glifosato ha sido la estrategia fundamental para la erradicación de los cultivos ilícitos, a pesar de sus consecuencias nocivas para el medio ambiente, la salud y sus nulos resultados. ¿Será moralina? ¿a quién se está protegiendo? y ¿a quién se persigue? ¿qué separa lo ilícito de lo lícito?
Las respuestas más inmediatas a estas preguntas, esas que se escuchan cientos de veces, ese lugar común en las noticias, suelen ser demasiado simples. Por ello es necesario remitirse a los hechos, a los lugares donde todo se origina. A las montañas del Norte del Cauca donde se cultiva una gran parte de la marihuana que se venderá luego en el resto del país.
– TORIBÍO –
Territorio ancestral indígena
Tierras de la interminable bonanza marimbera
Contra lo que muchos esperan, en un pueblo como Toribío, donde a nuestros ojos se normalizó el cultivo de la marihuana, los jóvenes no corren por comprarle droga al dealer sino por trabajar en su cultivo y producción, lo que les permitirá comprarse un ordenador, una moto, pagarse los estudios o comprar las remesas necesarias para el hogar. De hecho su consumo está mal visto para el pueblo indígena Nasa, y en las calles de Toribío no se siente ese olor tan característico de algunos barrios de ciudades como Cali, Medellín o Bogotá. ¿Quiénes están fumando la marihuana que aquí se cultiva?
– Necesito dinero. ¿Cómo fue qué una libra se venda a 10.000, 22.000 o 100.000 pesos? Ya no importa de qué cultivo hablemos. El dinero incide. Y sólo algunos se benefician.
La mirada se fija en un punto iluminado de ese lugar. Son cientos de bombillos. Miles. Imposible contar. Muchos quedan fuera del encuadre. Se dice que los detalles no mienten porque parecen que tienen que ver más con la realidad que con los discursos. Detalles. Un bombillo puede costar entorno a los cinco mil pesos. Estas matas necesitan luz constante para su crecimiento. De media la prensa comenta que se cultivan en torno a 500 matas y se calcula que son cómo unos 5.000 cultivadores solamente en Toribío. Cada dos o tres metros se coloca un bombillo. Antes había que llamar a un electricista cuando había una avería, ahora la propia experiencia les permite auto-suministrarse la energía necesaria – legal o ilegalmente – para los cultivos.
La energía que aquí se consume está privatiza y proviene de la Compañía Energética de Occidente (CEO). Detalle: CEO hace parte del holding de empresas de Promigas, grupo empresarial cuyo mayor accionista es Luis Carlos Sarmiento Angulo.
A mediados de junio la CEO realizó un comunicado para informar a las poblaciones afectadas, en su mayoría veredas del municipio de Caloto y Toribío, del requerimiento de la Fiscalía General de la Nación para “suprimir el servicio de energía eléctrica en sectores rurales con invernaderos de marihuana de organizaciones narcotraficantes.” Advirtiendo que “[..] de no ser posible el ingreso a estos sectores, nos veremos en la obligación de realizar la maniobra de desconexión total del circuito.” A los pocos días se organizaron diversas reuniones entre la compañía y las autoridades locales, así como de todos los implicados, para negociar cómo proceder a dicha desconexión sin afectar a toda la comunidad.
Nada nuevo. Nada se cambia de un día para otro. Entre el 2011 y el 2016 hubo diversas interrupciones en el suministro de energía eléctrica. Se calcula que fueron 1.692 horas de corte. También hubo movilizaciones y paros, como la de año 2016 en el corregimiento del Palo, cuando la población bloqueó la vía de acceso que comunica Caloto con Toribío y Corinto, exigiendo la reconexión eléctrica. De hecho los datos del año pasado de la Compañía Eléctrica que se difundieron en la prensa aludían a que de los 367.258 clientes en el Cauca, cerca de 278.000 tenían una conexión legal, mientras que aproximadamente 89.000 eran ilegales.
Otro detalle antes de seguir. La minería ilegal requiere un alto consumo de energía y también se procede a las conexiones ilegales. No encontramos comunicado de CEO al respecto.
Pero, ¿a quiénes afectan estos cortes?
– A partir de la semana próxima ya no compraré alimentos frescos. La nevera dejará de funcionar y los echará a perder.
En las veredas de Toribío viven cientos de familias que desde hace años pagan regularmente sus facturas de electricidad pero de nuevo se podrían ver afectadas por estos requerimientos.
Mientras tanto en una pequeña taberna en la plaza principal de Toribío, donde las mesas están repletas de botellas de cerveza, un joven celebra el corte de luz. Su felicidad está adscrita a otro tipo de discurso. Tiene una planta propia de energía, el corte hará que los cultivadores vendan para no perder la cosecha, bajará el precio pero al tiempo también subirá. Lo que genera, como todo mercado, la ley de la oferta y la demanda. Sigue bebiendo.
En esa misma plaza, los domingos acuden cientos de campesinos e indígenas a vender sus productos del campo. De todas las veredas de alrededor. Es notoria la variedad. Una libra de queso elaborada artesanalmente en la finca de La Nevera, la última casa de la vereda de Agua Blanca, antes de llegar al Paramó por caminos intransitables para los carros, se vende a 5.000 pesos en la plaza. La libra de marihuana hoy se está vendiendo a 22.000 pesos. ¿Por qué alimento se pagaría eso? ¿por el tomate? ¿la mora? ¿la arracacha? ¿la yuca? ¿el maíz?
Y lo cierto es que sí el corte de luz se mantiene ciertos productos básicos, como la carne o los lácteos, subirán de precio, lo que provocará que la canasta familiar esté cada día más costosa.
Se dice que sí cultivas en escala, cada 15 días puedes estar cosechando marihuana, sino la cosecha se puede demorar en torno a los tres o cuatro meses. Demasiados detalles. En diciembre la libra de marihuana baja de precio hasta los 13.000 e incluso 8.000 pesos, la gente necesita el dinero. Fiestas navideñas es sinónimo de gastos. El dinero incide.
Pero si ahora la libra sube de precio también lo hará el salario de la gente que trabaja alrededor de la marihuana. Otro motivo para celebrar. Otra variable más de la oferta y la demanda. A fecha de hoy se paga por peluquear la mata y dejar listo el moño para su consumo en torno a los 3.000 pesos por libra. Pero allá en los primeros tiempos, en la época de la bonanza, la libra se llegó a vender a medio millón de pesos, por lo que se pagaban 20.000 pesos por su peluqueada. Lo que implicaba que en una jornada se podían obtener alrededor de 80.000 pesos. En cambio el jornal diario de trabajo en el campo está alrededor de los 30.000 pesos.
Una vez limpiada la mata, quedan los moños que deberán secarse para su consumo. Antes se hacía de manera natural. Ahora los tiempos van más rápidos y se usan fundamentalmente hornos de gas
– Hoy nadie quiere jornalear. No se encuentran ya muchachos para trabajar la tierra. Ni para recoger el café.
El espacio del desconocimiento y de la desinformación, con su opacidad es el que protege el mantenimiento de las relaciones de poder en el mercado. Cifras. Números. Dinero. Cifras. Detalles que contrastan con los discursos moralistas y que nos pueden permitir vislumbrar algo de cómo funciona el campo y porqué hay poblaciones, territorios, destinados al cultivo de la marihuana.
Endeudamientos. Necesidades de consumo. Desprestigio social. Trabajo precarizado. Deseos de abundancia. Malestar. Manipulaciones mediáticas. Derechización ideológica. Violencia. Imposiciones del poder. Necesidades.
Pero para seguir entendiendo falta un detalle fundamental: se dice que para que el comercio -que alguien dijo que era ilícito- funcione se necesitan los correspondientes grupos armados que permitirán su (narco)tráfico.
Toribío, que saltó a las portadas de los periódicos cuando en el 2011 una bomba estallaba en la plaza del mercado, dejando más de cien heridos y varios muertos, ha sido tradicionalmente un lugar muy hostigado por las guerrillas y el ejército. Son múltiples los enfrentamientos registrados en estos territorios ancestrales. De hecho algunas familias se vieron con la necesidad de construir sótanos para resguardarse de las balas del fuego cruzado.
Y como nada cambia de un día para otro y menos cuando no hay voluntad de cambio. Las disidencias de las FARC así como otros grupos armados como el EPL siguen hoy presentes en la región, cobrando sus cuotas a los cultivos y permitiendo su distribución. Con lista en mano se cercioran de que todos pagan. Por lo que obtener el paz y salvo permitirá no tener problemas. Todos pagan con la complicidad del ejército. Puesto que a pié de carretera está la marihuana. Nadie la arranca. Para nadie es un secreto.
Hace unos días un panfleto del EPL volvía amenazar con nombres y apellidos a líderes y autoridades nasas de esta región. Aluden con sus palabras a que “la mal llamada guardia indígena controla el paso de personal armado y el decomiso de armamento, vehículos y alcaloides.” Tampoco es novedad. La región del Cauca ha sido altamente golpeada por el asesinato selectivo de líderes, autoridades, guardias… ¿cuántos? No hay cifra real. Las cifras minimizan una realidad incontable en aumento.
Comunicado del CRIC – 28 de junio de 2019: “Empezaron a desconectar energía en sitios con presencia de cultivos ilícitos en Toribío, Cauca. En compañía de la Guardia Indígena, los operarios de la empresa desconectaron transformadores, cables y otros equipos instalados de manera ilegal para suministrar energía a los invernaderos de marihuana.”
La proliferación de cultivos junto con la desinformación, tienen efectos paradójicos en la configuración del sentido de la realidad, de la configuración del imaginario en torno al cultivo de una planta. Así la producción de mentiras como forma consciente de construir narrativas en los medios de comunicación –detalle: el mismo Sarmiento Angulo compró el grupo de comunicación El Tiempo– complejiza articular un discurso que nos permita comprender cómo el capital se impone. El dinero incide. El campo se abandona. Y la gente sobrevive sin la esperada reforma agraria.
Decisiones individuales y factores estructurales. Hace un tiempo que están llegando a Toribío migrantes de Venezuela, les entregan varias libras de marihuana que deberán coronar en Ecuador. Y si todo sale bien regresar a por más.
La hipocresía del (narco)tráfico de marihuana es alarmante. Hasta ahora sólo supimos de números, de cifras. Del dinero que se mueve y permite generar economía, para algunos más, para otros menos. Pero nadie conversó sobre su consumo, sobre sus usos.
En las conversaciones con la gente queda claro que en pesos, si no hay un apoyo al campo, es más rentable cultivar marihuana que tomate o maíz. Y eso que en el cultivo de marihuana, como en el de cualquier otro cultivo, quién más gana no es quién la cultivó. La libra en Toribío se vende a 22.000 pesos, pero ¿por cuánto se vende en la ciudad? ¿a cuánto la están comprando los consumidores? ¿dónde está el negocio?
El dinero aumenta exponencialmente en las manos de los distribuidores. El gramo cuesta alrededor de los 5.000 pesos en Bogotá.
Hay otro detalle relevante para seguir haciendo más cálculos. Las semillas de marihuana no son nativas, sino que son transgénicas. Por ello estas matas no generan semilla, sino que es necesario comprar espumas y enraizantes para poder clonarlas y seguir cultivando. En este sentido son semillas más débiles no adaptadas a las condiciones climáticas de la región por ello son más propensas a las plagas, lo que implica que se requiere fumigar con los correspondientes fungicidas y muchas más horas de luz y fertilizantes para acelerar su crecimiento y floración.
Más detalles. Las manos. Manos maltratadas por los químicos. Por los tóxicos que las arrugaron. Que las llenaron de manchas, de verrugas. Así son las manos de aquellos que llevan años trabajando en el cultivo de la marihuana. Y es que sólo como ejemplo las etiquetas de los principales fungicidas usados hoy advierten:
- Amistar Top (Azoxistrobina y difenoconazole) producto moderadamente tóxico para los peces, por lo que se indica evitar que entre en contacto con ambientes acuáticos y en caso de un derrame a una fuente de agua, interrumpir inmediatamente el consumo humano y animal y contactar con el centro de emergencias. Está considerado Clase toxicológica III – producto ligeramente peligroso.
- Cabrio Top (Metiram y pyraclostrabin) de BASF Química Colombiana también considerado Clase toxicológica III. Y entre las precauciones se advierte que nunca se conserve en el mismo lugar donde se duerme, come o preparan alimentos. Peligroso si es inhalado.
- Score (difenoconazol y coformulantes) de SYNGENTA en la información para el medio ambiente se indica que es tóxico para peces y organismos acuáticos, pudiendo causar efectos adversos duraderos en el ambiente acuático.
Es ligeramente tóxico para aves y aunque se señala que no lo es para las abejas, se indica que se aplique durante las mañanas o en la noche, fuera del horario de actividad de las abejas. En los indicadores de peligro se señala que puede ser fatal si es ingerido o penetra en las vías aéreas.
Ante todos estos detalles, las dinámicas del campo debieran de centrar los debates y preocupaciones, ¿dónde está el apoyo al campo? ¿por qué el campesino es quien menos gana? ¿por qué el uso de fungicidas, herbicidas o cualquier otro producto de las grandes agroindustrias, como Monsanto-Bayer, Basf o Syngenta, con consecuencias directas para la salud y la naturaleza no son considerados ilícitos, ilegales o nocivos? ¿qué marihuana se está fumando hoy? ¿cuáles son sus consecuencias para la salud? ¿quiénes lideran los debates por la marihuana medicinal y por qué? y sobre todo ¿quiénes son los que realmente se enriquecen y viven de esta continua bonanza marimbera y a costa de qué y quién?
ENTRE LUCES Y SOMBRAS
Cultivos de marihuana en el Norte del Cauca, Colombia.
¿Qué separa lo ilícito de lo lícito?
Escritura: Laura Langa – Fotografía: Ariel Arango
Junio/Julio 2019
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