Fotografía y texto: Ariel Arango Prada
( Traducción al francés por Laura Le Houérou. )
Cinco años atrás había recorrido durante mes y medio este punto fronterizo del extremo sur del país que me vio crecer. Fueron diversos los rumbos de aquel entonces, distintos puertos sobre el río nos acogieron, ritmos populares acompañaron intensamente algunas noches, nuevas delicias de la gastronomía nos deleitaron y la vasta selva fue nuestro techo durante largas noches de ritual y festejo en comunidades indígenas. Al volver, cinco años después, nuevamente fue así. Pero ya no era la sorpresa por lo desconocido lo que nos inquietaba, sino más bien una pregunta por el pasado y los distintos acontecimientos que le fueron dando forma a esta triple frontera que nos acogía. Y es que aquel territorio que concentra la mitad de toda la diversidad biológica de la Tierra, también concentra largos relatos de dolor, de olvido, de colonización, de esclavitud y de una fiebre por un comercio infame.
Primero estuvo la sed por el oro de los conquistadores, luego la fiebre de la quina como antídoto para la malaria, pero fue el boom del caucho de principios del siglo XX lo que produjo el peor periodo de aniquilamiento y dolor para aquellas comunidades indígenas que se dedicaban a la agricultura, la caza y la pesca, y en gran medida a la vida ritual y ceremonial, aquellos que decían “Trabajamos para bailar”,padecieron de los métodos más infames de esclavitud y explotación por parte de los comerciantes de la Casa Arana del Putumayo, el exterminio fue voraz y de aquellas poblaciones quedó muy poco. Como escribió José Eustasio Rivera al final de la Vorágine denunciando aquellos acontecimientos “¡Los devoró la selva!”.
Fue así como ese comercio voraz transformó la cuenca, y crecieron grandes ciudades basadas en la economía fluvial, Leticia, Iquitos, Manaos y Belén.
Son muy diversos los rostros y las manifestaciones de esta triple frontera, entre forró, bachata, vallenato y cumbia peruana se extienden los pueblos a orillas del río, con sus viviendas palafíticas y los distintos “templos del señor”, la imagen siempre presente de los pescadores y un flujo insaciable de embarcaciones que llevan consigo las riquezas de este vasto territorio.
Acá las fronteras son imaginarias, así como los límites del comercio, un lugar donde todo está permitido, donde todo puede ser vendido. Víveres, pieles, madera, animales cautivos y aquella planta sagrada que el narcotráfico desvirtuó, esa que es utilizada ancestralmente como la planta de origen y que le da sentido a la cosmovisión y a las tradiciones más innatas de aquellos primeros pobladores que abundan sobre la Cor- dillera de los Andes y que se extienden a lo largo de toda la Amazonía.
" TRIPLE FRONTIÈRE
Trapèze Amazonien – Territoire à cheval sur le Brésil, la Colombie et le Pérou "
" TRIPLE FRONTIÈRE
Trapèze Amazonien – Territoire à cheval sur le Brésil, la Colombie et le Pérou "
Fotographies et texte par Ariel Arango Prada.
Traduction : Laura Le Houérou.